Muy pronto se abrió un debate sobre si debía o no permitirse
que siga siendo cultivada y consumida por los indígenas. El grupo ligado al
clero consideró que debía prohibirse el cultivo y consumo de la "hoja del
diablo", por su relación con prácticas mágico-religiosa que la doctrina de
"extirpación de idolatrías" quería hacer desaparecer.
Pero esta posición perdió vigencia al constatarse que la
coca podía ser utilizada en sustitución del alimento por su alto valor
nutritivo y, por lo tanto, ser entregada a la fuerza de trabajo sometida en las
minas y en el campo. Por otra parte, los españoles, ávidos de riquezas,
percibieron que su cultivo y comercialización podían convertirse en otras
fuentes de obtención de riqueza.
Descubierto el Cerro Rico de Potosí, cuya explotación se
inició masivamente en la segunda mitad del siglo XVI, la mano de obra que se
reclutó forzosamente desde la implantación de la mita por Toledo se convirtió
en una importantísima consumidora de coca, junto a la de otros centros mineros
como Porco, Oruro, Chichas y Lípez. A partir de ese momento, el cultivo y el
consumo de la coca vivieron un importante y acelerado proceso de expansión. Por
ejemplo, el cronista español Polo de Ondegardo sostuvo en 1571 que en ese
momento había 50 veces más plantaciones de coca que cuando los incas regían el
Perú.
También se sostiene que el aumento en el cultivo y
consumo de la coca tuvo que ver con el hecho de que la invasión europea había
producido una grave crisis de alimentos, causando privaciones nutricionales en
la población indígena, quien recurrió a la coca para paliar esas deficiencias.
En todo caso, ya a principios del siglo XVII, la coca se
consolidó como un producto de gran difusión en el mercado colonial y su cultivo
y comercialización involucraron a distintos grupos de la sociedad virreinal.
Asimismo, el estado la había incluido como un producto importante en el pago
del tributo. En ese siglo, el Cuzco fue la primera zona productora de coca en
el territorio bajo jurisdicción del Virreinato de Lima. En la Audiencia de
Charcas, hoy Bolivia, sobresalieron la región de los Yungas de La Paz, los
valles de Zongo y de la provincia de Larecaja. De su comercialización se
beneficiaron ciudades como el Cuzco, La Paz y La Plata, que en el siglo XVII
fueron rentadas con 80 mil, 70 mil y 40 mil pesos respectivamente, por concepto
de impuestos sobre la coca (MUSEF 1978:186). El principal centro consumidor
continuó siendo Potosí.
Desde fines del siglo XVI, muchos españoles tenían
encomiendas de coca en la región de los Yungas de La Paz y, en el siglo XVII,
ya existían numerosas haciendas en la zona. A pesar de ello, muchos ayllus
Yungueños continuaron poseyendo sus propios cocales e importantes familias de
caciques indígenas, como los Guarachi, contaron, a su vez, con grandes
extensiones a su cultivo.
En el siglo XVII, la coca fue utilizada también como valor
de cambio y con ella se podía obtener ganado y otros productos altamente
valorados. Muchos indígenas se convirtieron en comerciantes de coca, llamados
"cocanis", que la trasladaban a lomo de bestia o en sus espaldas por
caminos de herraduras desde los Yungas de La Paz hasta Potosí. Además, según
una autora, existían diferentes tipos de trabajadores, como arrendatarios,
esclavos trabajadores temporarios involucrados con su producción, los que
provenían principalmente de Pacajes, Larecaja y Omasuyos (Lema 1989:42).
A principios del siglo XVIII, las haciendas cocaleras de los
Yungas atravesaban un momento importante de prosperidad y contaban con un
mercado asegurado.
Junto a las zonas que hasta entonces habían sido
tradicionales cultivadoras de coca, aparecieron plantaciones en las misiones de
Apolobamba, así como en el valle de Cliza (Cochabamba) y, un poco después, en
los Yungas del Espíritu Santo, que se encontraban en la entrada del Chapare
cochabambino.
Para fines de siglo, a los consumidores indígenas se
añadieron los españoles y criollos que la utilizaban en mates para curar
resfríos, dolores de muelas, heridas, fracturas de huesos y otros. Además, en
las labores de la Independencia, la coca continuaba significando un suculento
ingreso en alcabalas, diezmos, primicias y veintenas para el Estado y,
principalmente, para la región de La Paz. En efecto, el impuesto a la coca fue
siempre un rubro vital para la aduana de La Paz y su principal recurso
económico.
Pero las sublevaciones indígenas de fines del siglo XVIII,
primero, y la Guerra de la Independencia, después, impactaron en la pérdida de
miles de hectáreas de coca, sobreviniendo un periodo de crisis del producto.
Sim embargo, muy pronto la coca volvió a tomar el lugar principal en los
ingresos locales de La Paz, y a lo largo del siglo XIX, ningún otro producto la
aventajó, como describe un informe anónimo de las primeras décadas del siglo
XIX, en el que sse dice:
La Paz, por sus Yungas ha sido y es el imperio de la moneda.
Allí afluyen de todas partes caudales por su coca. Supongo, como es así, que en
toda la República circula poca moneda. ¿Con qué otra moneda se realizaría el
cambio de la coca? Potosí a su vez nada tiene sin La Paz (...) Pero sin la coca
(La Paz) nada tiene (...) Adiós mineros, adiós moneda y adiós población si no
hubiera coca (Parkerson 1980:115).
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