Antes de morir Kjanachuyma, torturado y maltratado
por los españoles, el viejo adivino que estaba por orden del Inca al servicio
del templo de la isla del sol reunió a sus hermanos y les dijo. Hijos míos, voy
a morir, pero antes quiero anunciarles lo que el sol, nuestro amo, ha querido
en su bondad concedernos por intermedio mío. Suban al cerro próximo,
encontraran unas plantas de hojas ovaladas, cuídenlas, cultívenlas con esmero
por que en ellas tendrán alimento y consuelo. En las duras fatigas que les imponga
el despotismo de los blancos, masquen esas hojas y tendrán nuevas fuerzas para
el trabajo. En los desamparados e interminables viajes a que les obligue el
blanco, masquen esas hojas y el camino se hará breve y pasajero. En el fondo de
las minas donde los entierre la inhumana ambición de los que vienen a robar el
tesoro de nuestras montañas, cuando se hallen bajo la amenaza de rocas prontas
a desplomarse, el jugo de esas hojas los ayudará a soportar esa vida
de oscuridad y terror.En los momentos en que su espíritu melancólico
quiera fingir un poco de alegría, esas hojas adormecerán su pena y les
darán la ilusión de sentirse felices.Cuando quieran escudriñar algo de su
destino, un pedazo de esas hojas lanzadas al viento les dirán el secreto que
anhelan conocer. Y cuando el blanco quiera hacer lo mismo y se atreva a
utilizar esas hojas le sucederá todo lo contrario. Ese jugo que para
ustedes será la fuerza y la vida, para los blancos será solo vicio
repugnante y degenerador, mientras que para ustedes será un alimento
espiritual, a ellos les causara idiotez y locura.Hijos míos no olviden cuanto
les digo cultiven esa planta, es la preciosa herencia que les dejo, cuiden que
no se extinga y consérvenla y propáguenla entre nuestros hermanos con
veneración y amor.
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