Se trata de un arbusto, cuyas hojas se utilizan para
masticar. Su nombre botánico es Erithoxlum “coca” y se cultiva en los
contrafuertes Andinos cálidos y húmedos de Bolivia, Perú y Ecuador de donde es
también originario. Es una mata baja y espesa de hojas lustrosas, y en algo
parecido a la del té. Estas hojas se cortan cuatro veces en catorce meses y se
secan cuidadosamente al sol, tras la cual son traspasadas a las sombras para
que mantengan su color verde y sigan secándose. La hoja de coca contiene un
alcaloide.
Aun se discute sobre si el vocablo “coca” es de origen
aymara o quichua. En épocas preincaicas unos mil novecientos años antes de
Cristo, ya era empleado este alcaloide, pero la leyenda sobre su origen divino
se generaliza con los incas. Como en todo en este imperio, su uso estaba
reglamentado y limitado a los nobles, adivinos, sabios, ancianos y chasquis,
que se veía obligado a caminar o correr a grandes alturas. Quizás de este
último modo haya llegado a lo más lejano rincones del Collasuyu, incluido en el
territorio jujeño. Otra posibilidad que la coca haya sido traída como ofrenda
para ser colocada en un santuario de altura incaico, en la cima del Cerro Chañi
el teniente coronel E. Pérez exhumó la momia de un niño que entre otras
ofrendas tenia una bolsa rellena de hojas de coca.
Al desorganizarse el imperio incaico con la llegada de los
españoles, los nativos andinos, al no encontrar restricciones al consumo de la
coca se aficionaron a masticarla cotidianamente. Mas aun el cultivo del arbusto
pasó a ser monopolio de los conquistadores, quienes vendieron coca en los mercados
indígenas, la introdujeron en Europa para ser usado como anestésico y tónico
nervioso y la suministraron a los trabajadores, que con el rígido sistema de
mita rendían sus vidas en las minas. El estado español y la Iglesia, según
testimonio de los primeros cronistas de indias también se enriquecieron con los
diezmos correspondientes a la comercialización de la hoja de coca.
Investigaciones arqueológicas modernas demuestran que la
coca se generalizó en Jujuy en la época hispano- indígena, es decir, posterior
a 1540, cuando se instaló el primer español en el territorio.
A partir de este momento su empleo se volvió intensivo y se
recurría a distintas sustancias alcalinas locales para ser mezcladas en el bolo
masticatorio.
Dado que las posibilidades de hacer prosperar la coca en
Sudamérica no sobrepasan los 20 grados de latitud sur, es decir, de comprobar
que el ángulo del Noroeste de Argentino situado entre los 22 y 24 grados de
latitud, nunca pudo ser escenario del cultivo de ese vegetal. Ello ha significado
extensos trueques y traslados de los nativos en pos de lograr las hojas secas
de la planta. También fue motivo de inacabados debates legislativos y de
juicios a particulares o a organizaciones, en foros provinciales y nacionales.
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